El pasado 2 de julio,
tras una tarde fabril y febril, al llegar a los últimos peldaños
que dan entrada a la tercera planta del bloque en el que vivo, me
encontré la puerta de mi casa abierta y ésta totalmente
desvalijada. Herramientas de trabajo (ordenador y cámara de foto),
ropa, una mochila... y unos doce mil euros, aproximadamente, volaron.
Pero para mi no era dinero, era un
proyecto de vida lo que se tambaleaba...
La verdad es que a
nivel emocional lo he gestionado bastante bien. Ahora, dos meses
después, me doy cuenta del porqué, pues estas semanas han
reafirmado las causas de lo que vamos a llamar mi “muerte
ciudadana”.
Muchas
de las personas que me conocen dicen que le doy muchas vueltas a las
cosas. Yo pienso que ni más ni menos que las demás, sino que
simplemente, como buen pensador o amante del oficio del pensar (que
no del saber), lo hago con pasión, pues no entiendo esto del vivir
sin sentir pasión por cada uno de los pasos que damos en este
caminar. Pero la pasión no debe unirse equivocadamente al amor y la
sonrisa dibujada, pues también se debe sentir pasión en la
controversia, en la confrontación y, por tanto, ante la adversidad.
En eso debe estar el secreto de vivir, enfrentarse con pasión a las
vicisitudes que éste continuamente nos ofrece: "Y el futuro que
tendrás mañana ya no es el mismo futuro que tenías ayer"
(Chuck Palahniuk, Rant).
Y no vamos a dejar de sentir pasión en la rabia de la lucha, porque
si el pasado y el presente nos enseñan algo es que el futuro debe
ser el resultado de nuestra lucha.
Es cierto que el
momento del shock cuando llegas a tu casa y te ves en la situación
es inevitable. La impotencia y la rabia te invaden. Intentaba llorar
y no podía. “Mañana ya te darás cuenta de lo perdido...” como
si hubiese ganado un Mundial o algo así, esas cosas que los
triunfadores siempre dicen ser conscientes cuando se dan cuenta de
que han pasado a la historia... Al día siguiente, estaba igual que
la semana anterior, la impotencia volvió a ocupar su estado de tensa
calma, de eterna espera. Y ahí me muevo yo no bien, pues no nos
podemos manejar bien en conflictos siempre inconclusos, pero sí que
con soltura. Y es que mi “fallecimiento” está siendo causado por
la tortura burocrática administrativa durante años, por el
agotamiento de sufrir la cotidianidad administrativa, y no por el
disparo (shock) de la noche del robo. Sobredosis administrativa.
Hace también un par de
meses, pocos días antes del robo, que estoy detrás de la lectura de
Henry Lefebvre, pensador francés, filósofo y sociólogo, conocido
por sus estudios sobre la cotidianidad. La dicotomía entre micro y
macro, muy presente en esta rama de las ciencias sociales, hizo
concluir que “la historia de un día engloba la del mundo y la de
la sociedad”. Podemos decir que aunque no hay una sola
cotidianidad, sí que en los detalles de las cotidianidades podemos
conocer las características de una sociedad, aquella en la que se
encuadra dicha cotidianidad. Y con el ejemplo del asesinato de mi
persona quiero mostrar una serie de características propias de esta
sociedad. No se tratará, por tanto, de una serie de anécdotas
personales, sino más bien de una serie de paradigmas que ayudarán a
concretar y entender mejor qué es esto que estoy llamando “muerte
por tortura administrativa”. Siga leyendo, por favor, esta muerte
de momento es social, pero también, en otros casos, un empuje hacia
muchas otras muertes biológicas que ya han provocado (suicidios,
desahucios, incremento de la pobreza, etc.) . El nivel de
desesperación al que se llega conduce a situaciones en las que lo
biológico peligra... Comencemos.
“Allá
por el año 2005, sin aún llegar a los 23 años, me embarqué en un
proyecto-locura. Tal como más de una vez he dejado escrito, no
elegía una casa, elegía mucho más. Elegía lo que en aquel momento
creía que iba a ser formar una familia: tres amigos se lanzaban a la
compra de una antigua casa de vecinos en el centro de Jerez por todo
lo que esas casas significaban, intentando respetar no sólo las
cuatro paredes que la mal mantienen en pie (no sabemos por cuánto
tiempo), sino respetando su historia con todas sus letras. Éramos el
paradigma de todo lo que se vendía en esa época de bonanzas: tres
jóvenes todos menores de treinta años, que salían de la casa
familiar y además con la ilusión de vivir en el centro. Desde
entonces, dejamos de relacionarnos con las palabras y nos
relacionamos con la realidad. Durante el primer año, las dos
primeras bofetadas: la Junta de Andalucía nos reclama algo más de
ocho mil quinientos euros por transmisión patrimonial y la GMU del
Ayuntamiento de Jerez nos hacía entrega de una orden de ejecución
de obras abierta dos años antes de la compra de la casa por nuestra
parte. La inexperiencia de unos jóvenes, muy jóvenes, que se
disponen a comprar una vivienda, y que en aquel 2005 había más
oficinas de inmobiliarias que tiendas de compañías telefónicas,
hicieron que confiáramos en una de estas inmobiliarias (además no
teníamos otra opción por los contratos de exclusividad sobre la
venta que tenían) y en sus consejos (entre otros aún recuerdo bien
aquello de que ellos arreglaban con el banco el tema de la tasación
para que nos cuadrasen todos los números, que se entendían
bien...). Los cálculos hicieron que pagásemos algo más de tres mil
euros por el impuesto de transmisión patrimonial. Un año después,
notificación, Junta de Andalucía. Y esos ocho mil quinientos y pico
de euros que les debíamos, con cerca de seiscientos euros de recargo
por el retraso. Ni banco ni inmobiliaria responden ante el error y
para la Junta sólo hay un responsable: los nuevos propietarios de la
casa, nosotros. Por otro lado, el tema de la GMU. Dos años antes de
la venta de la casa, el anterior propietario fue denunciado por
acumular escombros a dos metros de altura en distintos espacios de la
casa, lo que provocó desprendimientos de tabiques y una situación
de inhabitabilidad que llevó a los vecinos a denunciar. Esta
información se nos ocultó, y en ese primer año se nos obligaba a
hacer una obra valorada en algo más de cuarenta mil euros o pagar
una multa mensual de algo más de cuatro mil euros durante diez
meses. Por cierto, ni un solo euro de subvención por primera
vivienda, por compra de vivienda por menores de treinta años, ni por
rehabilitación. Ni en esos primeros meses, ni a día de hoy. Y a
partir de aquí comienza nuestra odisea con la Empresa Pública del
Suelo de Andalucía (EPSA), dependiente de la Junta de Andalucía.
En
nuestra primera visita, y tras presentarle nuestra situación, nos
recomiendan que nos acojamos a un tipo de ayuda que existe para la
rehabilitación del Centro Histórico, pero que en aquel momento sólo
estaba abierta para Santiago y San Mateo. Teníamos que esperar a la
ampliación de zona a San Miguel y San Pedro. Año y medio después
se hacía realidad esa ampliación y en ese momento es cuando
comienzan el primer estudio mínimo de nuestro caso. Y tras ese
primer estudio nos dicen que lo que mejor nos vendría sería
acogernos al "Plan de Infravivienda", respuesta que nos
podían haber dado en nuestra primera visita si nos hubiesen atendido
con un mínimo de interés. Meses más tarde nos presentaba EPSA el
estudio de rehabilitación de nuestra vivienda acogiéndonos a ese
"Plan de Infravivienda". Doscientos mil euros nada más y
nada menos que teníamos que poner. Como comprenderéis la risa que
nos entró lo decía todo... si tuviésemos doscientos mil euros no
estábamos allí sentados esperando a que nadie nos diera nada. Tras
esto y un tiempo de desaliento, volvimos a la carga. Algunas
reuniones después, conseguimos el convenio que tenemos firmado: un
estudio no tan "ambicioso" como el primero hacía que se
redujera de doscientos mil a setenta mil euros la cantidad de dinero
que teníamos que poner nosotros, y además podíamos sustituir esa
cantidad por mano de obra. En resumen, llevábamos más de tres años
de relación con EPSA y tres años perdidos en nuestras vidas. Si
desde el primer momento se hubiese atendido a las verdaderas
necesidades que teníamos con la profesionalidad que se debía, desde
esa primera visita se hubiese trabajado en ese último estudio que
finalmente se firmó. Esto, tal como supimos años más tarde,
supuso, entre otras cosas, la "invitación a dejar su puesto"
a la Directora Técnica de la Oficina de Jerez de EPSA, que, según
nos dijeron, por celos profesionales con la llegada de una nueva
Dirección Política, ocultaba información a esta última. Nosotros
no buscamos responsabilidades internas, no es nuestro trabajo. Nunca
lo hemos intentado ni buscado. Nosotros sólo hemos perseguido
defender lo que creemos que nos pertenece. Siempre lo hemos comparado
a que recibes un folleto publicitario en tu casa en el que te dicen
que el litro de aceite está a 2'90 euros y cuando llegas al
supermercado y pasas por caja te quieren cobrar 12'90 euros por ese
mismo producto. Nosotros no estamos pidiendo nada que no estuviese
ofertado, pues no todo va a ser pagar impuestos... ¿o sólo formamos
parte de las cuentas de las distintas Administraciones cuando nos
toca pagar?
Nunca
olvidaré que la ingenuidad de la trabajadora social de EPSA-Jerez le
hizo felicitarnos por tener ya el documento firmado. Tampoco olvido
mi respuesta: los folios no iban a tapar las goteras... a partir de
entonces, las filtraciones de agua aumentaban, los desprendimientos
del techo… la casa se venía abajo. Desde aquel 2009 ha llovido
mucho, fuera y dentro de nuestra casa. Una casa, que he olvidado
comentar, está catalogada en el Catastro como de “Interés
genérico”, destacando su “interés etnológico”.
En
este punto, me gustaría señalar lo que ya es una evidencia para mí,
pero que debo recordar que no lo es para todo el mundo: no estamos
criticando que a nosotros no nos den un dinerito para arreglar
nuestra casa. Estamos criticando el modelo de ciudad que estamos
heredando y dejando en herencia, la gestión urbanística, la
conversión de Jerez en una ciudad más, la pérdida de identidad de
nuestra ciudad y su incorporación al listado de ciudades
capitalistas cortadas todas por el mismo patrón. Estamos destruyendo
nuestra ciudad y nuestra historia, y un paseo por nuestras calles y
una vuelta después por Luz Shopping así lo demuestra.
Desde
el año 2011 la casa está en situación de “Orden de desalojo” y
“Orden de apuntalamiento”. Otro de los consejos que seguimos de
EPSA-Jerez, desalojar, apuntalar, conseguir una orden de la GMU para
ello y así podríamos hacer más presión a Sevilla para desatascar
el problema. Pues sí, unos ingenuos.
Otra
de las consecuencias del desalojo era el inevitable desalojo de Juan
y Emilia, una pareja de abuelos que vivían con nosotros (Juan nació
incluso en esa casa). Ya se había convertido en un peligro vivir
allí. Quizá su casa no se cayera, pero nada nos aseguraba que no se
desprendiera algún trozo de galería y le diera a alguno de sus
nietos. Tenemos una relación magnífica con Juan y Emilia, somos
como sus nietos adoptivos y ellos nuestros abuelos adoptivos. Tampoco
olvido lo que nos costó hacerles entender que los verdaderos dueños
de la casa son ellos, y no los que los papeles ponía. EPSA no
entendía nada. Si Emilia y Juan no querían salir de allí no sólo
no los íbamos a echar, sino que además, nos quedábamos con ellos.
Emilia tiene problemas de movilidad, necesitaba un bajo, y, además,
nosotros no queríamos sacarlos del barrio. Para EPSA, un cuarto piso
en La Granja con ascensor (sin menospreciar la vida de barrio de La
Granja) era una buena opción para nuestros abuelos. Para nosotros no
es que fuese una buena o mala opción, es que ni siquiera era una
opción. Otro ejemplo más de no comprender que elegir una casa es
mucho más que una casa. Sacar a Juan y a Emilia de sus calles era
asesinarlos de manera cruel.
Desde
entonces todo es silencio. Oscuridad. La resolución firmada por la
Delegada Provincial en Cádiz de la Consejería de Vivienda y
Ordenación del Territorio data de comienzos del año 2009 y el plan
aprobado es el "Plan Concertado de Vivienda y Suelo 2008-2012".
Miro bajo estas líneas, en la esquina inferior derecha de la
pantalla... 20'30 horas, 10/07/2014...
Y,
por otro lado, está el tema del banco. Esto lo voy a resumir rápido.
Años atrás era una noticia habitual, por la sorpresa del momento,
la caída de los tipos de interés de las hipotecas y, por tanto, de
la cuantía a pagar de la misma. Por todos lados, prensa escrita,
televisión, radio: "Una hipoteca media de 180 mil euros en 30
años bajará un % su próximo recibo". Un mes, y otro, y otro.
Y tu hipoteca nunca baja. Te informas y te enteras de que tienes
firmada una cláusula llamada suelo que hace que tu hipoteca nunca
baja. Una hipoteca que firmas como variable, resulta que sólo es
variable si gana el banco. Una cláusula que el banco jamás nos dijo
y que en aquella época de un ir y venir continuo de papeles y firmas
en notaría, el señor notario lo leía algo así como "bla bla
bla, bla bla bla, bla bla bla". El banco nunca nos presentó una
oferta vinculante, a la que están obligados, para poder negociar con
ellos y en la que aparecieran todas las cláusulas del contrato. Y en el momento de la firma, todo rápido
porque hay muchos más clientes esperando. En esos años el dinero
corría por inmobiliarias, bancos y notarías como si estuviese
teniendo lugar la carrera de 4x400 de las olimpiadas entre sus
pasillos. Sólo se nos hacía evidente lo que era tangible, como por
ejemplo, la entrega de tarjetas bancarias que nos hicieron,
Preguntamos si era obligatorio que las tuviésemos y el representante
del banco nos dijo "no, pero tampoco es obligatorio para nuestro
banco hacerles una hipoteca". Firmamos y antes de salir de la
notaría, las tarjetas ya estaban rotas. Años más tarde nos dimos
cuenta de que había muchos más casos como el nuestro, lo cual ha
empezado a considerarse a nivel legal como "estafa". A
comienzos de 2013 tuvimos, junto a otros 30 casos más, el juicio
contra Unicaja. La sentencia salió favorable a nosotros. El banco
tenía que dejar de cobrarnos esa cláusula suelo y devolvernos el
importe cobrado de más durante estos años. Ese importe, a junio de
2014, sumaba un total de alrededor de 9 mil euros. A día de hoy, no
hemos recibido ni un solo céntimo ni han dejado de cobrarnos la
famosa cláusula, lo que supone cerca de 300 euros al mes.
En
estos momentos EPSA ya no es EPSA y ahora es AVRA (Agencia de
Vivienda y Rehabilitación de Andalucía). Lo más sencillo para mi
hubiese sido desde un principio denunciar el incumplimiento del
contrato que ya tenemos firmado, ése del Plan 2008-2012. Pero no.
Estoy acostumbrado a pelear, a luchar por aquello que pienso justo. Y
esto hace que la vida se convierta en una constante búsqueda de
soluciones. A AVRA le hice llegar una nueva propuesta hace ya unos
meses. Pásabamos de rehabilitar la casa como tal, con cinco
apartamentos, a tan sólo rehabilitar uno, convirtiendo la casa en un
espacio cultural. Lo acordado se reducía en un 80%, una oferta muy
jugosa para la Administración ("una salida digna" al
problema creado). Y yo emprendía un nuevo proyecto lleno de ilusión.
Un proyecto que seguiría el camino del original, respetar no sólo
las paredes, sino también la historia, llenando la casa de un fluir
continuo de saberes transmitidos oralmente. Un proyecto que no se
entiende sin la revitalización del barrio, del Arrabal de San
Miguel. Un proyecto que pretende dotar a su barrio de una caja de
herramientas cultural. Un proyecto en el que trabajar la imaginación
y la creatividad como motores de cambio de estos parámetros ya
anticuados en los que la sociedad se ha estancado.
En
fin, señor agente, he seguido su consejo y he pensado si sospecho de
alguien. Y sí, he estado dándole vueltas a la cabeza y creo que sí,
que he encontrado a los culpables del robo. Los bancos y la gestión
del Estado y de todas las Administraciones (locales, autonómicas y
estatales que lo conforman), son los culpables, mientras nosotros
sólo somos la ampliación del campo de batalla de éstas. Lo de los
autores materiales se lo dejamos a Peter Falk, tiene más paciencia
que yo en las investigaciones.
La
pregunta más repetida en estos días ha sido, "pero ¿por qué
tenías tanto dinero en tu casa?". Pues todo lo contado aquí lo
explica. Lo primero es que no debería estar viviendo en este
apartamento, sino en mi casa, desde hace mucho tiempo. Con lo cual,
ni siquiera debería tener tal dinero, pues ese dinero debería haber
sido invertido ya en la rehabilitación de la misma. Y, por último,
yo no podía imaginarme que nadie fuera a entrar por la ventana de un
tercer piso, así que pregunto yo: ¿cómo confiar mis ahorros, fruto
de horas y horas de trabajo, sudado cada céntimo, a un banco que ya
sabía con certeza que lleva años y años robándome?
Y
un último sentimiento. Con respecto a las personas o la persona
autora material de los hechos, lo que más he pensado es lo triste
que es todo, que una persona tenga que jugarse la vida, para entrar
por la ventana de un tercer piso para poder cubrir sus necesidades
(sí, aunque sea para drogarse, también lo considero una necesidad).
Mientras otros, los verdaderos delincuentes, se ríen de todos
nosotros.
José
Luis Fuentes Benítez, en Jerez de la Frontera, a julio de 2014”
Estas
palabras entrecomilladas, como bien señala sobre esta línea, fueron
escritas en julio de 2014. ¿Qué ha pasado desde ese julio hasta
este septiembre?
Antes
del entrecomillado hacía referencia a que, cuestión de clases y
dignidad, no estoy acostumbrado a llorar y tomar la postura fácil de
victimizarme, sino que la lucha no es un momento concreto de nuestras
vidas, sino nuestra vida. Y en esas continué. Decidí ponerme
rápidamente a organizar un festival (una serie de conciertos y
actuaciones) junto con una subasta de arte. La mente no para de
reinventarse para, simplemente, “salir adelante”. Mil ideas
surcaban y no hay un segundo en mi día a día en el que no esté
trabajando. Mis amigos y amigas, para su desgracia, pueden dar fe de
ello, que lo sufren también a diario. Habla con artistas para la
subasta de arte, artistas para las actuaciones, grupos de música,
patrocinadores, cierra posibles viajes de un par de grupos de fuera
de la ciudad, cierra alojamiento para esos grupos, cartel, imprenta,
difusión por internet, montaje de barra, alquila equipo de sonidos,
contrata seguro, seguridad, habla con colectivos para que usen el
espacio también para montar una especie de mercadillo de trueque, de
productos ecológicos, de artesanía... y coordina todo esto.
Recuerdo como empezaba todo esto... “tras una tarde fabril y
febril”. No soy profesional de esto, soy un “simple” obrero de
una fábrica, “la fábrica”. Finalizando julio me reúno con la
Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Jerez para solicitarle el
uso del espacio de Sala Paúl. Me remiten a tratar el tema con la
Delegación de Juventud, pues ese espacio pertenece a su competencia.
Aquí empieza “mi historia con Sala Paúl con un mes de agosto de
por medio”.
28
de julio: Primer correo a la persona encargada de la programación
(“y”) de Sala Paúl.
31
de julio: Petición de confirmación de haber recibido el correo,
pues, como siempre, respuesta cero.
31
de julio: Respuesta. Perdón. Recibido. La Delegada se encuentra de
vacaciones y tiene que tratar el tema con ella. Él se toma sus
vacaciones la semana siguiente. Me pregunta fechas previstas.
31
de julio: Principios de octubre, con lo cual, necesito una rápida
confirmación para poder trabajar.
…
desde
ese día, la persona encargada del uso de la Sala (“y”) no ha
vuelto a ponerse en contacto conmigo, y escribo estas líneas a 5 de
septiembre. Sinceramente, a estas alturas, me da igual que esa
persona se lleve 4, 5 o mil semanas de vacaciones. ¿Todo depende de
esa persona? ¿Mi vida depende de esa persona y de cuatro más como
él en distintas administraciones? Parece que sí...
4
de agosto: vuelvo a insistir, disculpándome por esa insistencia,
pero reitero la necesidad de saber si voy a poder usar un espacio
PÚBLICO un fin de semana de octubre, para poder empezar a trabajar.
Reitero mis disculpas.
6
de agosto: recibo un correo de la persona encargada de Educación
(“x”), dependiente también de la misma Delegación de Juventud.
Me recuerda que tanto su compañero (“y”) como la Delegada, están
ausentes “unos días”. Me invita a conversar con ella el día
siguiente por la mañana para ir adelantando...
6
de agosto: mañana estoy de turno en “la fábrica”. No puedo. Le
pregunto si podríamos vernos el viernes 8 de agosto.
8
de agosto: no he recibido respuesta alguna. Me presento en Sala Paúl
para hablar con ella. Nada más entrar, una señora. Me mira. Le
pregunto: “para hablar con “x” ”. Sí, soy yo. Vaya, un día
de suerte. Le vuelvo a explicar todo lo que ya le había explicado a
su compañero “y”. Me mira con cara de “pobrecillo, pero yo no
estoy aquí para solucionar el problema de nadie”. Quizá ella no
sabe que yo no pretendo que nadie me solucione nada, no espero eso
desde hace mucho tiempo. Ya lo único que pido es que no supongan más
obstáculos.
10
de agosto (domingo, trabajando): le mando un correo a la misma señora
“x” con la que me reuní dos días antes, para como me pidió,
detallarle mi propuesta para trasladárselo a la Delegada.
Dos
días entre el 10 de agosto y el 21 de agosto: vuelvo a aparecer por
la Sala Paúl, pues no recibo respuesta alguna...
A
estas alturas ya he decidido cambiar las fechas del posible festival.
Para octubre ya es imposible. Vamos a dejarlo para noviembre...
21
de agosto: la Delegada ya ha dado su visto bueno, pero seguimos
esperando a que el “director de servicios” de la Sala (señor
“y”) concrete conmigo.
21
de agosto: agradezco y pregunto, “¿qué día se reincorpora “y”
(el director de servicios)?”
27
de agosto: “Buenas de nuevo “x”,
¿podría confirmarme qué día se reincorpora “y” tras las vacaciones?
¿podría confirmarme qué día se reincorpora “y” tras las vacaciones?
Un
saludo y, como siempre, muchas gracias.”
1
de septiembre: Correo al señor “y”.
“Buenas
tardes “y”,
vuelvo
a ponerme en contacto con usted para retomar las conversaciones sobre
el uso de Sala Paúl.
Durante
su ausencia he tratado el tema con “x”, la cual tiene todos los
datos que me solicitó y transmitió a la delegada. En estos días me
es imposible acudir por la mañana a sus oficinas, pero me gustaría,
tal como les he transmitido en este mes de agosto, poder cerrar
cuanto antes las fechas, ya que mientras tanto me es imposible
trabajar y, como bien debe saber, la organización de eventos
necesita de un trabajo y un tiempo mínimo para poder tener
resultados, para todos, satisfactorios.
Un
saludo y muchas gracias.”.
A
estas alturas, 5 de septiembre, no he recibido comunicación ninguna
desde el día 21 de agosto de “la señora x” y desde el 31 de
julio del “señor y”.
Sinceramente,
escribiendo estas líneas y recordando todo el mes de agosto que he
vivido, teniendo en cuenta que la organización de estos eventos no
es por mera diversión, sino que se trata de un empuje para un
proyecto socio-cultural, miro para atrás y es mucha mayor la
ansiedad que me entra al releer este mes de agosto para borrar de mi
vida, que durante el shock de “la noche del robo”. Me siento
mucho más robado por EPSA (ahora AVRA), por Unicaja, por la Sala
Paúl ahora... pues no me han robado dinero, me han robado y siguen
robándome la vida, que por la persona o las personas que violaron la
intimidad de mi casa. Las fuerzas, las ilusiones, el trabajo, el
tiempo invertido... esto es desesperante. De verdad. Quizá, sería
mejor esperar con los brazos cruzados a que la casa se caiga por sí
sola, no poder pagar a Unicaja, que intenten echarme de allá donde
esté, que me lleve toda la vida trabajando en una interminable
“tarde fabril y febril”. Y asistir como espectador de lujo a la
función de “Muerte accidental de cualquier persona”, pues esto
es tan ridículo como la obra de Darío Fo y, con un final
previsiblemente tan trágico como aquélla.
Tal vez la casa se caiga, pero bajo sus escombros no estaré. Me encontraré sobre ellos danzando, riendo a carcajadas y enterrando a todas aquellas personas que estuvieron cavando mi foso. Y de fondo, unos acordes dibujados sobre el polvo del derribo recibirán una nueva vida. Se cierra el telón. Se abre el telón. Ya no quedan actores ni actrices. Sólo el director de la obra.
Salud.
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