Para la comprensión adecuada de la lectura, recomendamos comenzar por la primera entrada que abría este Diario de un intento e ir actualizando la lectura avanzando en fechas hasta la última actualización.

lunes, 8 de septiembre de 2014

08.09.2014

Aprovecho que estoy de turno de noche. A todo esto, queridos amigos y queridas amigas, no os he comentado que en “la fábrica” trabajamos a turnos todo el año, que llevo tres años y medio cambiando de horarios cada dos días, que hoy almuerzo a las 4 de la tarde y mañana a la 1 del mediodía, que hoy me levanto a las 6 de la mañana y dentro de dos días me acuesto a las 7 de la mañana. Esta circunstancia, de por sí, hace mella en el cuerpo. A nivel físico, psicológico y emocional nos afecta. Al no poder tener hábitos de descanso, de sueño, de comida, aparece el cansancio continuo, la fatiga, hipersensibilidad...

Mi situación personal es que confían en mi trabajo, pero mi situación contractual no cambia desde hace muchos años. Continuos cambios de contrato de fijo discontinuo a eventual, de eventual a fijo discontinuo, de fijo discontinuo a eventual, ad infinitum. Esto hace que en estos tres últimos años y medio no haya tenido vacaciones y, lo más parecido a ellas, han sido dos semanas que, por sorpresa, me dejaron parado. La inestabilidad y el miedo a perder el puesto de trabajo es algo que nunca terminas de asimilar, pero que siempre nos acompaña. Además, he tenido la oportunidad de denunciar a la empresa en más de una ocasión para que me hicieran indefinido, pero la realidad es que denuncias, ganas, te dan cuatro duros y no vuelves a trabajar allí. ¿Miedo? Pues sí. Y siempre recordaré a los compañeros Sacco y Vanzetti: “mendigar por un trozo de pan es violencia”. Tener miedo es violencia y el trabajo va de la mano del miedo. Eduardo Galeano: “El hambre desayuna miedo. El miedo al silencio aturde las calles. El miedo amenaza: Si usted ama, tendrá sida. Si fuma, tendrá cáncer. Si respira, tendrá contaminación. Si bebe, tendrá accidentes. Si come, tendrá colesterol. Si habla, tendrá desempleo. Si camina, tendrá violencia. Si piensa, tendrá angustia. Si duda, tendrá locura. Si siente, tendrá soledad”. Así que tragas con todo porque es “lo normal”, y no te quejes, que eres un afortunado y hay miles y miles de personas a las que les encantaría estar en tu situación. Y, por supuesto, siéntete mal, pues te estás quejando cuando amigos y amigas están pasándolo mucho peor. Y al ser un afortunado, por supuesto también, no olvides dar las gracias a “tu” empresa.

Añade a esto trabajar en una fábrica de la industria, mega industria, alimentaria, en la que nada de lo que ves, oyes, saboreas, hueles o tocas es agradable (si tienes un mínimo de “sensibilidad racional”, claro). En fin, ¡Viva el mal! ¡Viva el Capital! ¡Viva la CIA! ¡Viva la economía! ¡Viva la producción! ¡Viva la explotación! ¡Viva la contaminación! ¡Viva la medicación!

Bueno, como os decía, hoy estoy de noche, así que, si me dejan, puedo sacar provecho al día.

1ª hora de la mañana: Sin noticias de Gurb. Esperando a Godot.

Oficina de Endesa, calle San Cristóbal. 4 personas en el interior, puertas cerradas, hoja informativa. Oficina cerrada. Diríjase a calle San Juan de Dios.

Minutos más tarde. Calle San Juan de Dios. Calle estrecha, aproximadamente 4 metros de ancho de calzada transitable por vehículos a motor. Unos 40 centímetros de ancho de acera. De las puertas de las oficinas de Endesa asoma una fila de aproximadamente 7 u 8 personas. Puerta. Hoja informativa. 2 números de teléfono a los que poder llamar. Siempre caigo. Hace unos meses me llevé horas al teléfono reclamándole su atención a distintos ordenadores de Orange, ya fuesen personas (cuyo funcionamiento es muy similar al de los ordenadores debido a su “maravilloso” trabajo, afortunadas) u ordenadores de verdad que nunca te dan a elegir la opción que necesitas o no te entienden cuando hablas. Horas y horas, imposible calcular cuántas, durante un mes pegado al teléfono. Al mes me di por vencido, y no por falta de razón, sino por agotamiento. Mi vida, mi tiempo y mi dignidad valen mucho más que aquello a lo que me enfrentaba, aquellas empresas que están “salvando al país”. En una de esas llamadas, uno de aquellos ordenadores, sí que me dio una opción que creí que se ajustaba a lo que yo necesitaba: “Diga brevemente en qué puedo ayudarle”. A la que empecé a contarle lo de la casa, el trabajo, que si habían entrado en mi casa a robar... el ordenador no-humano me colgó el teléfono. Pensé que de verdad quería ayudarme...

Bueno, pues a pesar de esta maravillosa experiencia, apunto los números de teléfono y marcho, pese a lo a gusto que se estaba en aquella acera de 40 centímetros de ancho en pleno verano jerezano.

Siguiente paso. El agua ahora en mi ciudad resulta que se llama Aqualia. Allá que me dirijo. Hoy, sorprendentemente, no hay muchas personas esperando a ser atendidas. Más o menos 25 minutos después me encuentro sentado delante de la persona encargada de transmitir amablemente lo que “su” empresa y sus jefes dicen.

Me hace falta el permiso de obras. Permiso de obras, en sí, le digo que no tengo, puesto que va incluido en la orden de ejecución pendiente que pesa sobre la vivienda de la GMU. Además, tengo que decir qué es lo que voy a hacer en la casa, decirle cuántos apartamentos quedarán tras las obras. “Yo que sé, yo lo único que voy a intentar es que la casa no se caiga, entiéndame. Una vez que veamos que no se ha caído, ya veremos qué hacemos. Ya le digo, lo único que voy a hacer, si me lo permiten, es intentar que no se caiga”. Me mira, se encoge de hombros, resopla (“¿cómo hago, qué le digo a este chico que le convenza para que cese ya en su empeño y deje pasar a otro cliente más que venga a pagar y callar?” pasa por su cabeza)... “tráigame lo que tenga y que los jefes decidan”. Me parece lo más normal, todas en nuestro trabajo decimos que los que más cobran se pringuen y decidan ellos, que “pa eso lo cobran”. Me da un listado con los papeles, sólo papeles, que me hacen falta para dar de alta al contador de agua y “puede marchar en paz”.

Siguiente parada, inesperada en la lista de tareas. Gerencia Municipal de Urbanismo. Deseo hablar con “z” (persona que lleva la orden de ejecución que pesa sobre nuestra vivienda). "“Z” no se encuentra y tiene que pedir cita con antelación para poder hablar con ella, pero antes, tengo que darle número para que pase a hablar con otra compañera que, a su vez, tome nota de sus datos para poder hablar con “z”". Es decir, hablo con “r” para que me dé número para hablar con “s” para que me dé cita para hablar con “z”. 20 minutos después, me encuentro frente a “s” explicándole por qué quiero hablar con “z”. “Puede marchar en paz”. La liturgia de la ceremonia es siempre muy parecida.

Mediodía: Sin noticias de Gurb. Esperando a Godot.

Tarde: Sin noticias de Gurb. Esperando a Godot. Reenvío el texto que abría este diario-blog al programa El Público, de Canal Sur Radio, y al Defensor del Pueblo Andaluz.

Noche: Sin noticias de Gurb. Esperando a Godot.

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